¿Dios?
!Oh, Dios de los mortales, rey del mundo
con quien la ubicuidad forma pareja!
¿Por qué la del mortal tan justa queja
desoyes y no entiendes, Dios profundo?
¿Será, quizás, porque meditabundo
proclama que no existes y te deja?
¿Será, quizás, que la maldad no ceja
y el hombre se dirige á ti iracundo?
Señale ya tu diestra; presto humilla
á aquel que razonando te mancilla;
despliega sobre de él, luzca tu nombre,
!oh grade, inmune Dios, dueño del hombre!
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Silencio augusto queda...!Dios! ¿oiste?...
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Cantad, decidlo,humanos: Dios no existe
S. Graña Bover
Publicado en la revista "Vida Socialista" el 6 de febrero de 1910
!Vamos á Cuentas!
Escuchadme, fray Blas. Yo considero
que la mujer más bella y amorosa
esconde en sus mejillas nieve y rosa
la ponzoña infernal de un áspid fiero.
Yo sé que las calderas de Botero
hasta los bordes rellenó una hermosa;
que una morena, amando es peligrosa
y el mirar de una rubia es traicionero.
Todo eso está muy bien y yo lo admito
y si me apretáis vos, más admitiera
sobre lo mucho que en moral se ha escrito.
...Pero !Por Dios, fray Blas! Eso no quita
para que anoche, sin querer, os viera
pellizcando las nalgas á Sor Rita.
B. Luna.
Publicado en la revista "Vida Socialista" el 13 de febrero de 1910
Nocturno
El cafetín se halla envuelto
en confusa niebla;
vese un rayo rojizo que sale
de entre la caldera.
Y un fornido mozo
en pie, junto á ella,
con delantal sucio,
y teniendo al aire sus brazos de atleta,
arroja al aceite
la masa ya hecha.
Y por el local dispersos
y sentados en mesas,
gritan y charlan y ríen
gentes de pícara cepa.
Alli pobres harapientos,
junto á chicos que venden la prensa,
se dicen sus alegrías
y confían otros sus míseras penas.
Más allá dos viejecitas,
en voz baja secretean.
Y oprimen todos entre sus manos
un vaso tosco que humea,
que de vez en vez, con ansia,
á la boca llevan.
Gentes miserables
y en el fondo buenas;
seres infelices
en quienes el hambre, con saña, se ceba.
Luego, de repente,
vese abrir la puerta.
Y dos figuras avanzan
y, una vez dentro se sientan.
Ella es una mujer joven,
de cara morena.
Y viene muy adornada
con rutilantes peinetas,
y un mantón escocés cubre su cuerpo:
es una ramera.
El es un tipo achulado,
de faz canallesca.
Trae como abrigo un pañuelo.Y se toca
con una gorra de seda;
y una onda cae por su frente.
Es el "chulo" de ella.
Muy cercanos la una del otro
amantes se miran y quedos conversan.
Mas viene un momento
en que, pronto, las tornas se truecan,
y lo que fué dulce paz,
ahora se convierte en guerra.
El la recrimina;
y de entre sus labios sale una blasfemia,
Ella, mansamente,
le suplica, le implora, le ruega.
Mujer desgraciada,
á quién el destino constituyó en sierva.
De pronto, la mano del macho,
canalla y perversa,
cruza el rostro de la infortunada
con brutal fiereza.
Mas ella lo sufre
sin que de su boca se escape una queja.
Sólo al pensar su desdicha
rompe á llorar con tristeza.
Y, anegada en lágrimas,
cae de bruces , afligida , en el mármol de la mesa.
Julio Aurelio Martínez
Publicado en la revista "Vida Socialista" el 20 de febrero de 1910.
Hay cosas que no cambian, aunque pasen cien años ¿verdad?.
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