El profesor del colegio
se dirigió á los discípulos
que estaban bajo su férula,
y con dulzura les dijo:
_ Tened á bien indicarme
vuestra vocación, hijitos
¿Qué queréis ser cuando el tiempo
madure ya vuestro juicio?
_Yo papa._Yo rey._Yo príncipe.
_Yo general._Yo arzobispo.
_Yo un Creso._Yo presidente
del Consejo de Ministros..._
De sus miradas ambiciosas
dando relevantes signos,
así fueron, uno á uno,
contestando los chiquillos.
Todos no, pues uno había
taciturno y pensativo
que no despegó los labios
ni se dió por entendido,
El profesor, observándole,
le preguntó con cariño:
_Y Tú, ¿no ambicionas nada?
_Mucho_replicóle el chico_.
Ambiciono más que todos
esos compañeros míos
que han demostrado codicia
de grandeza y de títulos.
Quiro ser, como mi padre,
defensor firme y activo
de una sociedad más justa
que la injusta en que vivimos;
de una sociedad libérrima
que se base en el principio
de que económicamente
todos seamos lo mismo;
de una sociedad ligada
por los lazos del cariño,
y en la que no quepan nunca
ni opresores ni oprimidos.
Álvaro Ortíz.
La Revista Socialista .Madrid 1 de mayo de 1906.
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